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Diario YA


 

¿Les hubiera gustado ser una hormiga?

Miguel Massanet Bosch.
Las hormigas, de la familia formicidae, son insectos himenópteros eusociales que, para muchas personas, constituyen una plaga molesta que suele invadir nuestras viviendas, en verano, donde siempre encuentran un lugar donde acomodarse para buscarse la vida en nuestras despensas y en los restos orgánicos o minerales de nuestras basuras. Y si me he referido a estos pequeños y no tan pequeños insectos, que vienen formando parte de los animales que nos vienen acompañando durante millones de años, es precisamente porque seguramente son una de las especies más aburridas, disciplinadas, laboriosas, incapaces de salirse de su rutina habitual, dispuesta a morir por el enjambre, negadas para rebelarse contra su destino y dispuestas a servir de pitanza de sus compañeras antropófagas, cuando les corresponda morir y… descansar.
Y uno no puede dejar de pensar en las grandes similitudes que se dan entre estos insectos, que forman parte de los miles de millones de ellos que pueblan nuestro pequeño universo terráqueo y algunos personajes orwellianos (fruto de la imaginación del escritor Eric Arthur Blair, conocido como George Orwell, que, además fue periodista, ensayista y crítico británico, nacido en al India, que escribió dos obras mundialmente conocidas: La rebelión en la granja y 1984) y los miembros del partido comunista que continúan la tradición del comunismo soviético de Lenin, Trotski, Bakunin y Stalin, entre muchos otros sátrapas del comunismo mundial que han sabido convertir una revolución que, en su época y la de los zares, pudo tener alguna justificación entre el pueblo ruso, pero que, en el siglo XXI el que se sigan manteniendo sus aberrantes teorías económicas y sus métodos violentos y destructivos, no dejan de ser absurdos recursos a los más obsoletos ideales tercermundistas.
Y digamos que, después de haber reflorecido en Ibero- América, posterior al gran colapso del comunismo europeo consecuencia  del derribo del muro de Berlín y el derrumbe subsiguiente de lo que había sido la potente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; ahora es en esta parte sur de Europa donde, fruto de una incomprensible tolerancia del moderado socialismo que estuvo formando parte de las cortes españolas, situado en manos de algunos más extremistas y libertarios, se permitió que en España cuajaran ideas venidas de la dictadura venezolana, del señor Maduro, un visionario comunista que, como es clásico en toda sociedad bajo la zarpa del comunismo internacional, cuando se instala en una nación ya es muy difícil que pueda erradicarse de ella, debido a los métodos totalitarios y antidemocráticos que forman parte de sus métodos de mantenerse en el poder.
Todos los miembros del partido están a las órdenes de lo que en la sociedad de las hormigas constituye la cúpula del poder a la que están subordinados, sin derecho a objeción, la hormiga Reina, la que se encarga de ir aumentado la colonia poniendo de 800 a 1500 huevos diarios y la que recibe de sus fieles servidores las máximas atenciones para que no sea perturbada en su función gestante. Se caracterizan por un entreguismo sin paliativo alguno a la causa, por su aceptación, sin discusión alguna, de los preceptos del partido y por dar por equivocada, sin entrar a discutir sobre ello, cualquier otra forma de modelo de sociedad que vaya en contra de su ideología política. Dice Orwell: “La libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quieren escuchar” y lo complementa con la siguiente reflexión: “En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”. La hormiga reina se convierte, en el caso de la sociedad comunista, en el gran sanedrín del que depende la viabilidad del partido. Sin él, como cuando muere la reina del hormiguero, queda huérfano y se extingue, si no hay otra reina con capacidad para sustituir a la reina madre. Rusia padeció esta situación y los resultados de todo ello han sido casi tan nefastos como cuando existían los soviéticos.
La actual sociedad rusa, mejor dicho, los gobernantes actuales, han sustituido el comunismo de Estado por un comunismo meramente nominal que pretende, bajo los auspicios de un militarista a ultranza, el señor Putin, volver a darle a su nación la categoría de gran nación como la tuvo antes; sin darse cuenta de que, puede que en el aspecto militar pueda medirse con otras naciones, pero, evidentemente, su fortaleza económica no existe, el rublo, su moneda, está en sus peores momentos y la guerra en la que se ha metido con Ucrania no va a contribuir a que las finanzas del país mejoren. Por otra parte, existe una realidad que no se puede disimular, consistente en la paradoja de que en un estado comunista existan verdaderos capitalistas, grandes empresarios, que son los verdaderos dirigentes del país. Las inmensas fortunas en manos de grandes oligarcas,  es lo que constituye un sistema capitalista encubierto, que forma parte de la gran estafa del régimen comunista ruso.
Las hormigas no tienen culpa alguna de estar sometidas a un régimen de esclavitud total. No tiene apenas cerebro y el diminuto que alberga su cabeza, sólo les sirve para dirigir sus funciones vitales y obedecer al instinto que rige toda su vida. Pero los humanos, estos seres privilegiados que, a través de una larga y costosa evolución, hemos sobrevivido hasta ahora, hemos tenido la suerte de llegar a ser conscientes de quienes somos, poder escoger entre distintas opciones, distinguir entre el bien y el mal, avanzar en la investigación, crear inventos, mejorar la medicina pero,  a pesar de todas estas ventajas y logros tan importantes, hemos cometido y seguimos haciéndolo multitud de errores que, debido a nuestra inteligencia superior, a nuestros conocimientos, a lo que hemos aprendido a hacer en pro de la humanidad; todavía resultan ser menos tolerables, más graves, despreciables y carentes de toda lógica y justificación entre seres que debiéramos ser un ejemplo de ética, buena convivencia y virtudes morales que impidieran que estos locos que aparecen en algunos momentos de la historia, tuvieran la facultad de dirigirnos hacia el caos y la autodestrucción de nuestra civilización.
Estamos viviendo momentos trascendentales de la historia de la humanidad. Quizás sea uno de los más peligrosos para la raza humana si, como se está viviendo, existe una tensión máxima entre dos grupos de naciones que, al parecer, siguen pensando que ha de existir uno de ellos que domine sobre todo el resto de la humanidad, despreciando toda opción de poder vivir en paz, sin que existan locos totalitarios que sigan pensando que extinguir la población de medio mundo para conseguir el poder, les puede resultar rentable. No contemplan estos personajes sin inteligencia ni sentimiento alguno, que lo de que quede media humanidad no es más que un concepto erróneo de lo que significa, en la actualidad, el potencial atómico de los países que están a un lado u otro de la balanza bélica. Una guerra nuclear, aparte de constituir un crimen de lesa humanidad, no dará opción a ninguno de los bandos a salir con ventaja de un enfrentamiento nuclear a escala mundial. Lo más probable sería que no quedara rastro de la humanidad. Puede que los insectos y algunos animales más resistente pudieran rehacerse, pero lo que es obvio es que, aunque quedasen pequeñas colonias de humanos, lo más probable es que tuvieran que resignarse a vivir como nuestros lejanos antepasados de las primeras épocas de la vida humana. Una visión horrible del futuro de nuestra especie humana.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, empezamos a tener la sensación de que nos estamos alejando, cada vez más, de lo que sería una solución razonable de la guerra de Ucrania y mucho nos tememos que, después de tantos intentos, negociaciones, rupturas y aspavientos bélicos, puede ocurrir que todo el trabajo de siglos del genero humano para progresar, mejora el nivel de vida, investigar y conseguir adelantos que favorezcan las condiciones y elementos que componen lo que ahora conocemos como una buena calidad de vida, simplemente, por la incapacidad de contener las aspiraciones megalomaníacas de algunos dirigentes rusos, acabemos siendo todos, las víctimas de un caos de características y consecuencias trascendentales, para la raza humana. Y todo ello, sin posibilidades de retorno.