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Diario YA


 

“La ilusión no es ni más ni menos que una adorable aberración de la esperanza” Severo Catalina.

¿Pretenden, P.Sánchez y A.Ribera, pescar en aguas revueltas la presidencia del Estado?

Miguel Massanet Bosch. En ocasiones se producen casualidades que pueden sorprendernos y en otras se trata de de la materialización esperada de algo que teníamos previsto de antemano. En poco menos de 24 horas hemos tenido la ocasión de tomar nota de las intenciones de dos personajes de la política nacional de presentar sus respectivas candidaturas para aspirar a la presidencia del Estado español. El señor Pedro Sánchez del PSOE y el señor Albert Ribera de Ciudadanos, han decidido dar el salto y presentarse a las elecciones legislativas que se celebrarán, previsiblemente, en noviembre del corriente año. ¿Ha sido una sorpresa? Pues no; ¿era algo que se estaba mascando en el ambiente político?, pues sí y no, según desde el punto de mira y el análisis que se quiera hacer de las pasadas elecciones del día 24M, autonómicas y municipales.

Algunos tenemos la impresión de que, cada uno de los pretendientes que han decidido arriesgar su porvenir, anunciándose como candidato a presidir el gobierno español dentro de apenas unos meses, quizá no hayan analizado lo suficientemente a fondo lo que han sido estos pasados comicios y sus resultados. En el caso del señor Pedro Sánchez y su partido socialista, es evidente que viene jugando al bluff de sacar partido de un engaño mayúsculo, dándose por vencedor en unas elecciones donde su partido ha perdido 500.000 votos respecto al peor resultado de la Historia del PSOE que tuvo lugar el 20N del 2.011. A pesar de tan nefasto logro el señor Sánchez, dando muestras de lo poco que le importa engañar a sus seguidores, se presenta como un vencedor, un relevo del PP y el representante de un partido libre de corrupción y en condiciones de dirigir una nación que, apenas hace cuatro años, fue el mismo PSOE el que tiró la toalla porque no sabía como sacar a la nación del abismo económico y social en el que la había dejado caer.

Aún así se permite acusar de ineficiencia la PP que, con todos los defectos e incumplimientos de sus ofertas electorales, ha conseguido salvar a España del rescate de Bruselas, ha reducido la tasa de desempleo, ha logrado la confianza de los inversores foráneos y del la CE, ha reducido espectacularmente nuestra prima de riesgo y a reducido nuestro déficit público, mientras ha conseguido situarse en un lugar preferente en cuanto a las perspectivas de recuperación para este año 2015 y para el próximo 2.016, por encima del doble de lo previsto para la media europea.

Ahora, en una espectacular muestra de las contradicciones del sucesor de Rubalcaba, se ha pretendido presentar como un patriota español, arropado con la bandera nacional, con el objetivo de hacer olvidar su renuncio cuando se ha prestado a aliarse con los de Podemos y sus marcas blancas para conseguir cuotas de poder que, de otra forma, nunca hubiera logrado obtener. Claro que, con ello, lo que ha hecho es sacrificar el porvenir de España dándoles la baza a los comunistas bolivarianos de Podemos de hacerse con alcaldías como la de Madrid, la capital de España, un formidable trampolín para las aspiraciones del partido comunista de hacerse con el gobierno de la nación, algo que, desde el punto de vista de nuestras relaciones internacionales, nos situaría en las peores circunstancia que se pudieran prever para continuar progresando, con el evidente peligro de que sus prácticas proletarias nos llevaran de nuevo a la situación en la que estaba España en el 2011.
Es caso del señor Albert Ribera es distinto no se trata, como ocurre con  Sánchez de un personaje impresentable que se dedica a menospreciar al adversario político ni un embustero que esconde la verdad que se esconde detrás de un fracaso electoral; por el contrario el señor Ribera tiene muchos méritos, es una persona decente y seguramente tiene facultades suficientes para, un día, poder aspirar a dirigir el gobierno de España. Sin embargo muchos creemos que ha realizado un análisis demasiado optimista de sus posibilidades de obtener, en esta ocasión, la presidencia del gobierno de la nación. El salto que ha experimentado la formación Ciudadanos en los últimos comicios se ha debido no sólo a los meritos contraídos y a la confianza de quienes los han votado, sino que han arrancado votos tanto del PP del señor Rajoy como del PSOE del señor Sánchez.

Y es que, señores, en las pasadas elecciones del 24M no se puede decir que las votaciones fueran o tuvieran los mismos condicionantes que en cualquier otra ocasión. En ellas muchos votante, millones de votantes, se han abstenido de ir a votar, otros han votado en blanco, los menos y otros, no demasiados, han sido votos nulos. Respecto a las elecciones del 2.011 (33’84%) la abstención se ha situado en el 35’09%; bajando el voto en blanco del 1’66% respecto al anterior del 2’54% y el voto nulo ha disminuido del  1’53% al 1’69%. Pero el PP perdió 2.500.000 votos mientras que el PSOE rondó los 500.000 menos. Y ¿dónde fueron a parar la mayoría de ellos, descontando un fuerte porcentaje de abstención? La respuesta está clara: los del PP a Ciudadanos y, en Catalunya es probable que regresaran a CIU; en ambos casos no porque las ofertas políticas de ambas formaciones fueran las que arrastraran el voto, sino debido a ser un refugio, no de izquierdas, en el que depositar el voto de castigo al PP emitido por aquellos ciudadanos que no quisieron abstenerse. En el caso del PSOE es evidente que se trasladaron a Podemos y otros partidos de izquierdas. El desastre de PSC puede que beneficiara, el voto más moderado a Ciudadanos y el más radical a el partido de Ada Colau, la marca blanca de Podemos.

Los resultados de las votaciones se podría decir que han sorprendido a propios y extraños. Como siempre hay personas que votan influidas por sus sentimientos, por simpatías o por antipatías, de modo que no miran tanto los programas de los distintos partidos, sino a las personas que los representan en las que deciden depositar su confianza. No les quepa duda de que, a estas horas, hay muchos votantes que, visto lo que ha sucedido como resultados de los pactos contra natura en las alcaldías y en los parlamento autonómicos, se llevarán las manos a la cabeza lamentando no haber meditado mejor el sentido de su voto. El señor Riera no puede seguir contando con mantener aquel voto de castigo que le benefició el pasado 24 M. Así como el señor P.Sánchez no puede esperar que los de Podemos a los que ha permitido gobernar en municipios y parlamentos a los que sin su ayuda no hubieran podido alcanzar, en los comicios legislativos de final de año le correspondan, los señores Pablo Iglesias o Errejón, con la misma moneda.

No es una boutade decir que los comicios municipales y autonómicos tienen un carácter muy distinto de las legislativas y no es raro que los papeles de los diversos partidos se permuten de modo que los resultados sean diametralmente opuestos en cada caso. La situación de viraje a la izquierda que ha resultado de las votaciones del 24 de Mayo y los pactos derivados del panorama político resultante, han sido lo suficientemente preocupantes para que, aquellos que quisieron castigar con su voto contrario al PP, se planteen el rectificar y, a pesar de su disconformidad con algunos de sus planteamientos, sus incumplimientos electorales y la incompetencia de sus actuales dirigentes, decidan, por mero sentido de responsabilidad y de necesidad de evitar la debacle que significaría para España permitir que la izquierda se hiciera con el poder, en unos momentos en los que el que estar en buena armonía con Europa es básico, si se quiere que nuestra nación siga enfrentándose con probabilidades de éxito a los retos económicos y sociales que todavía nos restan por superar; devolverle su voto al PP.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, creemos que, los que se quieren atribuir con tanta ligereza conseguir alcanzar el gobierno de España, deberían considerar que puede que el poco tiempo que resta para las votaciones no sea suficiente para que logren superar con éxito los factores que juegan en su contra. Dios dirá.
 

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