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Diario YA


 

Hoy cualquiera puede llegar a ser concejal

Concejal estupiprogre del PP se disfraza y burla de la Virgen

Francisco Torres García. Escribo apesadumbrado, rápido y sin detenerme a medir la palabra, molesto por tratarse de mi tierra murciana, tierra de devociones marianas, pero no sorprendido.
Hoy cualquiera puede llegar a ser concejal. Basta con ser aplicado, amigo del cabeza de lista y medrador empedernido; tener apellidos sonoros con la vetusta crema local y ser conocido por una gran carrera profesional. Si además eres jovencito y estupiprogre acabas seguro de Concejal de Festejos y andando el tiempo, si trepas con fortuna, hasta se puede llegar a diputado regional.
Y ser estupiprogre es la función que todo alcalde espera de su Concejal de Festejos para que anime el cotarro gastando los dineros que no se tienen y dando pan y circo. Como es natural el Concejal tiene como meta estar en todos los saros y ser el más salo en función. Es lo que  demanda la progresía para perdonar el pecadillo de ser de derechas y por lo que se pirran los de derechas.
He aquí que llega el carnaval y el estupiprogre decide disfrazarse y cómo no el objetivo favorito es la Iglesia. Nada mejor que de cura, monja u obispo, mezclando, eso sí, sotana o hábito con elementos sexuales que privan a los que acaban presumiendo de lo que carecen. Y el pueblo sonríe y aplaude, porque atacar a los curas está bien visto y debe ser promocionado por las más altas instancias políticas aunque sean del Partido Popular.
Naturalmente el estupiprogre es siempre del Partido Popular. ¡Cómo no! Hace unas semanas toda la progresía regional y casi nacional bramó hasta conseguir el cese de una concejala del Partido Popular, que no era estupiprogre, y que osó considerar como víctimas de otro terrorismo a las víctimas del aborto. Tardaron lo que tarda un suspiro en cesarla, no fuera a quebrar los cimientos del muy beato PP murciano y causar sarpullidos a las feministas.
Hete aquí que ahora un concejal, a quien los cielos confundan, del Partido Popular que responde al nombre de Antonio Valero, de la localidad de Jumilla (Murcia), no porque anduviera preso de los vapores etílicos, con premeditación y alevosía, con trabajo digno de mayor empeño –espero que no haya cargado a las arcas municipales su fechoría-, preparó para el carnaval su disfraz. Y para vergüenza y escarnio de los católicos -no para la portavoz municipal que todo le pareció de perlas-, y de los votantes del PP que seguirán votando porque en el fondo les va a dar igual -pecadillos a perdonar dirán-, se disfrazó de Virgen de las que procesionan en Semana Santa con palio, trono y velas incluidas –se da la circunstancia el malhado concejal es también el representante del Ayuntamiento en las Cofradías y supongo desfila en Semana Santa-. No sólo es que se cubriera con el ridículo del esperpento, es que en ello existió –salvo que fuera imbécil o ignorante- el ánimo de burla y escarnio para con lo sagrado.
Este es el tipo de político que puebla de estupiprogres del PP. Sólo la voz del sacerdote se ha alzado contra la ofensa pidiendo su cese, porque este sujeto ni tan siquiera tiene la decencia -pedir decencia a quien hace eso sería un exceso- de dimitir y ante la protesta justa se limita -como si se tratara de una travesura inocente- a pedir disculpas porque lo que quiere es seguir siendo concejal. La vergüenza y la lección a tener en cuenta es que el alcalde y el PP guardan silencio y no le cesan de inmediato como debieran haber hecho. No lo hacen, simplemente, porque valen mucho más los votos de los progres que de ese puñado de católicos que padecen un acusado masoquismo y que hagan lo que hagan piensan que les van a seguir votando. 
 

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