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Diario YA


 

La hipocresía de las izquierdas acomodadas, abominando de los ricos, pero sin renunciar al disfrute de su situación económica.

La paradoja de deconstruir logros actuales para mejorar el futuro

 

Miguel Massanet Bosch.

Aquel refrán que dice: “Ande yo caliente y ríase la gente” sigue estando de actualidad y forma parte de la idiosincrasia de estos nuevos políticos de conveniencia, que siendo prácticamente unas nulidades o, mejor dicho, personas nada relevantes ni que se distingan por sus especiales aptitudes, utilizando el ascensor de la política y usando de trampolín los partidos políticos, logran alcanzar puestos de relevancia dentro del mundillo que vive del trapicheo político. No hablamos de personalidades relevantes, de personas ilustradas o de quienes han adquirido, en la actividad privada, suficientes méritos como para formar parte de los dirigentes de una nación, que, en muchas ocasiones, renuncian a emolumentos superiores, perspectivas de mejorar su estatus en el desempeño de su profesión o una vida familiar mejor, para ofrecer sus conocimientos y servicios a la patria, incluso, con importante perjuicio para su propio patrimonio. Pero, la gran mayoría, aquella que nos hace pensar que no serían necesarias tantas personas en el Congreso y en el Senado cuando vemos la, para mí denigrante, figura del jefe de filas que, con la mano levantada y con exposición de uno o varios dedos, indica a sus señorías, colegas de partido, que voten en un sentido u otro, privándoles de lo que sería la expresión de su propia opinión y verdadera forma de pensar que representaría lo que, de verdad, haría que las decisiones de ambas cámaras fueran la efectiva manifestación de la voluntad del pueblo.
La teoría de los radicales que integran los que, hoy en día, representan a una mayoría de los que están instalados en el poder, con sus actos, sus discursos, sus peregrinas ideas, su falta de sensatez y su desconocimiento absoluto de lo que precisa una nación, como es España, para superar el cúmulo de problemas con los que se debe enfrentar, han aprendido rápidamente la forma de ganarse la vida a costa del erario público, con el mínimo esfuerzo, cómodamente instalados en las poltronas parlamentarias o del Gobierno, arremetiendo contra todos aquellos que, de una manera u otra, vienen contribuyendo con su trabajo, sus conocimientos, sus empresas comerciales o industriales, a la mejora y engrandecimiento del país y de sus ciudadanos. Los nihilistas de vocación, estos progresistas que, curiosamente, lo que pretenden es que volvamos a las cavernas haciendo tabula rasa de todos los adelantos que nos ha traído la modernidad, pretendiendo que renunciemos a un modus vivendi del que nos venimos beneficiando gracias a el trabajo de muchas  generaciones que han conseguido que, la humanidad, con sus carencias, sus fallos y sus errores, haya logrado que dispongamos de unos medios, inventos, mejoras médicas, ciudades modernas, medios de comunicación y una lista interminable de adelantos, de los que nos valemos para mejorar la existencia y las condiciones de vida de la humanidad.
Cuando uno escucha al actual presidente de esta nación decir frases como “Siempre un gobierno socialista logra fondos europeos y la oposición trata de bloquearlos”, no podemos menos de pensar que este señor, mentiroso de profesión y embaucador de masas por naturaleza, sigue pensando que está gobernando a una manada de corderos, incapaces de pensar por si mismos y que se tragan todo los que nos dicen desde un gobierno formado íntegramente por adictos a su persona y verdaderos radicales de izquierdas, incapaces de consentir que otros españoles difieran de sus proyectos totalitarios. Mientras el país ha culminado el año 2021 con una tasa de inflación del 6’5%. Lo que parece que no recuerda el señor Pedro Sánchez es que, en la legislatura que precedió a la del señor Rajoy, su presidente, el señor Rodríguez Zapatero, no sólo fue incapaz de conseguir ayuda europea para una España a punto de quebrar, sino que se vio obligado a dimitir ante su incapacidad y la de su gobierno de superar la grave crisis que su indolencia y su ineficacia para gobernar había permitido que se instalara en la nación española.
Esta izquierda que sigue pensando que España está en la Guerra Civil y que aquí estamos discutiendo situaciones sociales, políticas, económicas, financieras y laborales relativas a una época felizmente superada en todos los órdenes y no precisamente por su labor de limar asperezas, buscar la reconciliación, avanzar en los progresos científicos, favorecer una educación mejor, algo que no se logra permitiendo a los alumnos que pasen de curso con asignaturas suspendidas ( ley Celáa) ¿qué va a ser de nuestros futuros licenciados? ¿quién, en Europa, se va a fiar de unas universidades que, en lugar de buscar la perfección, el esfuerzo investigador, el trabajo bien hecho y el prestigio de nuestro sistema de enseñanza, se van a dedicar a expedir licenciaturas de sujetos que se sabe que van a ser incapaces de ejercer con profesionalidad y dignidad sus supuestas especialidades.
En momentos en los que Europa, dando muestras de sentido común, ante una evidente crisis energética, ha decidido reactivar y mantener las nucleares por constituir una fuente barata, segura y económica, mientras las energías alternativas, muy caras y en ocasiones poco seguras, por depender de circunstancia meteorológicas, impiden que se alcancen los niveles de energía que la modernidad y la necesidad de producir bienes, en ocasiones imprescindibles, para los ciudadanos, requiere que se tomen en cuenta todas las alternativas posibles. Resulta que, las izquierdas que nos gobiernan, sin tener argumentos que avalen su postura negativa, siguen en sus trece de hacer desaparecer las pocas centrales nucleares de las que disponemos, para que tengamos que depender de unas energías alternativas que todavía están muy lejos de poder sustituir a las que producen, mediante la energía atómica, una parte esencial de la que consumimos en España. Una nación dependiente de las aportaciones de Francia, en forma de la compra y sus excedentes de energía nuclear y del gas natural que venimos recibiendo de Argel, por cierto, a través de un gasoducto que atraviesa una parte de Marruecos, un país que tiene unas difíciles relaciones con Argelia, derivadas de sus distintas apreciaciones sobre el conflicto con el frente Polisario del antiguo Sahara español. En realidad, el gas que recibimos de Argelia nos llega a través del extremadamente oneroso transporte por vía marítima, lo que viene encareciendo de una manera desmesurada el precio de esta energía imprescindible para el pueblo y la industria española.
Mientras tanto, en su intento de huir hacia delante, de ganar tiempo, de empecinarse en el error y de prescindir de la oposición, una política que viene practicando Sánchez desde que subió al poder; ha vuelto a intentar vender socialismo en Andalucía, cuando ha puesto a los andaluces, ante la posibilidad de que haya elecciones anticipadas en aquella parte de España, frente a la disyuntiva de “avanzar o retroceder”, según que su elección fuera a favor del socialismo o del centro derecha. No acabamos de ver que el camino que sigue esta España de hoy, bajo el mandato del socialismo en su concubinato con el comunismo retrógrado de Juntas Podemos, vaya en el sentido de avanzar en nada, sino más bien vamos en lo que, fácilmente, se puede catalogar como “de mal en peor” tanto en lo que se refiere al bienestar de los españoles y a su seguridad jurídica como a todo lo que respecta a sus libertades, empezando por su derecho a la propiedad que reconoce nuestra Constitución y que cada día, en muchas de las autonomías españolas, empezando por la catalana, esta más sometido a las arbitrariedades de personajillos de medio pelo como es, en el caso de Barcelona, la señora Colau, que actúa por su cuenta sin atender a las leyes que nos protegen a todos los españoles, muy especialmente en cuanto a su empeño en limitar los derechos de propiedad,  sobre inmuebles, de los catalanes.
Y es que, veremos que lo que constituye una de las características de los gobiernos de izquierdas, es su forma de actuar improvisada, falta de un estudio completo y de la previsión de sus consecuencias es, sin duda alguna, la falta de una preparación adecuada de sus ministros y demás personas de gobierno. Esto fue lo que le pasó s don Manuel Azaña, durante la II República, cuando prohibió la enseñanza a las órdenes religiosas, una decisión que produjo el gran colapso en el sistema educativo, ya que no había medios ni profesores laicos suficientes para poder atender, en aquellos momentos, las necesidades educativas del pueblo español, debido a que, una parte importante de la enseñanza la llevaba a cabo la Iglesia católica, a través de sus colegios y universidades.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, especialmente los que vivimos en Cataluña, tenemos que seguir viendo el lamentable espectáculo que nos brindan las autoridades políticas de la Generalitat, cuando siguen emperrados en no cumplir las resoluciones del TSJC en lo referente a enseñar, en un 25% en idioma castellano, en los colegios y universidades. Pero lo peor no es que, en Vic se prohíba la instalación de una carpa que intenta promocionar que los alumnos puedan recibir su 25% de la enseñanza en castellano; sino que lo que ocurre es que la misma Generalitat ha prometido la defensa, a costa de los dineros de dicha entidad (que son los nuestros), de aquellos profesores que no cumplan con lo que exige la mencionada resolución. Nadie, en el Gobierno ni en ninguna de las instituciones estatales, parece que tenga nada que objetar a que situaciones como la descrita tengan lugar y siga sin que pases absolutamente nada que pretenda remediarlo.
La frase que hoy contemplamos proviene de un proverbio debido a la filosofía china: “Aprender un idioma es tener una ventana más desde la que ver el mundo”.