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Diario YA


 

Editorial: "La moderación"

Carlos Herrera, posiblemente el mejor locutor de radio que hay ahora mismo en España, dijo ayer, durante la presentación de un libro, que Mariano Rajoy "aguanta más que la sábana de abajo". En realidad, no sabemos muy bien si eso es, a estas alturas, un comentario elogioso o todo lo contrario. Porque lo que muchas veces parece, al menos desde fuera, es que el líder del PP prefiere taparse los ojos para no ver muchas cosas que están pasando en su partido, y que pueden tener (ya están teniendo) efectos terribles en la sociedad española.

Quizá los votantes del PP (los que quedan del naufragio) esperen siempre un gesto, una palabra, una sentencia de su candidato (porque seguirá siendo candidato, según parece) que revele un giro saludable, una vuelta a lo que hizo del partido con sede en la calle Génova el más votado de España y uno de los más creíbles de Europa. Un anhelo casi desesperado, y siempre frustrado, porque Rajoy no está en eso, sino justo en lo opuesto.

Por si quedaban dudas, cosa harto improbable, Don Mariano explicó durante ese mismo acto que "la moderación es el paso previo necesario para curar cualquier enfermedad". ¿Y la determinación, señor Rajoy, qué le parece a Vd. esa palabra?, ¿y el carácter?, ¿y la aptitud, y la sabiduría, no le parece que son importantes también para saber dónde están los males, atajarlos y corregirlos con la mayor celeridad? Pero él habló de la moderación.

Y es que ya hay pocas dudas sobre cuál es el camino que el político gallego escogió en el congreso de Valencia y posterior estancia vacacional en Méjico. Rajoy se ha convertido en camaleón y se mimetiza con el paisaje político para no llamar la atención, para ser uno más (él y su formación) que no desentone, ni chirríe, ni escandalice. Por eso pide siempre moderación: porque cree que, estando en el PP, es el único que no debe radicalizarse. Los demás, sí.

Rajoy ha aceptado el chantaje de la izquierda, y las consecuencias de ese mayúsculo error no las está pagando él, ni tampoco sus votantes, sino el conjunto del país, irreconocible ya y en caída libre desde hace muchos meses. Ningún político debería llevar a cabo un ejercicio de ombliguismo tal que le llevase a olvidar lo fundamental de su oficio: que se debe enteramente a las miles de personas que representa. Pero eso, según se ve, también es mucho pedir.

Martes, 25 de noviembre de 2008.

 

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