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Diario YA


 

Nada queda de las motivaciones de los grandes hombres; aquellos que, con independencia de su credo político, sabían hacer de su voz y sus actos palabras de honor y concordia

EL ENVILECIMIENTO

Juan Manuel Alesson. Envilecimiento, esta es la palabra. Va corriendo como la pólvora, y se alimenta de sus propios desechos. Es la atmósfera corrompida de estos últimos años.
Son hombres sin bondad ni valores, sin fundamento específico. Son solo sombras de la sinrazón. Es el triste espectáculo al que asistimos ahora. La trampa como artimaña y como "arte" político. Y la grandeza, pisoteada como un mal que hay que desterrar, aplastar.
Nada queda de las motivaciones de los grandes hombres; aquellos que, con independencia de su credo político, sabían hacer de su voz y sus actos palabras de honor y concordia. Hoy, la tristeza y la desesperanza embargan a las personas que aún añoran la verdadera rectitud y el orden, que antaño servía como bandera y la dirección a seguir. Están destruyendo sin avergonzarse todo aquello que daba cohesión y limitaba el fracaso de las ideas equivocadas.  Y se mofan de quien los critica, sea quien fuese.
Ahora, las ideas que siempre han sido útiles no existen ya: son solo una adecuación a los intereses relativos de cada uno. La permisividad ante cualquier mal está presidida por los que se erigen en jueces y parte de todo lo que está mal hecho.
Son hipócritas, y lo saben y les da lo mismo. En privado, se jactan de sus vilezas, y no les importa engañar, desdecirse mil veces, desvirtuar y retorcer una historia, que siempre es una lección sobre la verdad. Pero no les interesa que la verdad ilumine su vida. Por eso, no permiten que nada se oponga a sus intereses personales, que a menudo se identifican con su mezquindad y su vileza y su codicia.
Los traicionan sus propias palabras, y cuando las defienden, cuando parece que defienden una idea, solo se defienden a ellos mismos. Pero, entre ellos, ¿cuántos o quiénes han respondido debidamente de las consecuencias de sus continuos errores y fracasos?
Hoy representan la barbarie, la incultura, el deshonor, el materialismo, el egoísmo, la falta de elevación espiritual. Abanderan el desprecio a la familia, al pasado y a Dios. Y también el desprecio al verdadero amor a nuestros semejantes; un sentimiento que ellos pregonan y pisotean con una zafiedad y vileza indescriptibles.

En España han abundando los ejemplos. Con el paso del tiempo salen de la Historia por la puerta de atrás. Después nadie los recuerda, y si alguna vez alguien lo hace es para maldecirlos.  
 

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